El Museo Vasco del Ferrocarril de Euskotren ha incorporado un Seat 600E, donado por Itxaso Corrales, a su colección de vehículos existente en las instalaciones de Azpeitia (Gipuzkoa). Dicho vehículo es uno de los iconos principales de la motorización de la sociedad española en los años 60, que trajo consigo la clausura de muchas vías férreas, la quiebra de las últimas concesionarias privadas como Ferrocarriles Vascongados o Ferrocarriles y Transportes Suburbanos de Bilbao y su paso al sector público (primero FEVE, luego Euskotren), o la eliminación de los transportes urbanos eléctricos, como el tranvía o el trolebús.
Ese proceso de motorización implantó en las sociedades occidentales una nueva mentalidad, en la que cualquier sacrificio era poco en beneficio del automócul: construcción masiva de nuevas carreteras y autopistas, eliminación de paseos y bulevares, estrechamiento de aceras y ocupación del espacio público como plazas de aparcamiento. En el marco de esa nueva mentalidad, no eran necesarias las aceras, ni tampoco los medios de transporte público con gran capacidad como trenes y tranvías, ya que los autobuses serían más que suficientes para atender a las pocas personas que no podrían disfrutar de esa nueva sociedad motorizada. Solo las personas menores y la tercera edad se quedarían sin conducir su propio utilizario.
En Euskadi, probablemente el último hito de este proceso fue la clausura del Ferrocarril del Urola, en cuyas instalaciones se asienta precisamente el Museo, en 1986. Fuen a finales de los alos ochenta cuando la sociedad comenzó a tomar conciencia de las problemáticas que había generado la apuesta masiva por el automóvil y se comenzó a invertir en la recuperación de los transportes públicos, con hitos como el metro de Bilbao o los nuevos tranvías de Bilbao y Vitoria-Gasteiz.
Este Seat 600 permite al Museo Vasco del Ferrocarril contextualizar la grave crisis de los transportes públicos que vivieron las sociedades occidentales tras la Segunda Guerra Mundial. El primer coche de este modelo, diseñado por la italiana Fiat, fue construido en la fábrica de Seat, empresa del Instituto Nacional de Industria de la que el constructor transalpino era socio tecnológico, entre 1957 y 1973, en la Zona Franca de Barcelona. En total, se fabricaron 799.419 unidades, en cuatro modelos diferentes, a las que se añadirían versiones como furgonetas o adaptaciones para competiciones deportivas. En concreto, el coche de Antonio Corrales, donado al Museo por su hija Itxaso Corrales, fue construido en mayo de 1972.
El Museo Vasco del Ferrocarril reúne en sus instalaciones buena parte de los testimonios que la rica historia del ferrocarril ha generado en nuestro país: máquinas, vagones, herramientas, tranvías, uniformes y toda clase de elementos imprescindibles para el servicio. Algunos, fabricados por las industrias más prestigiosas del mundo en países tan dispares como Alemania, Suiza, Francia, Bélgica, Suecia, Italia, Holanda, Hungría, Gran Bretaña o los Estados Unidos. Otros, realizados por firmas vascas como CAF, Babcock & Wilcox, Euskalduna, La Naval, Herederos de Ramón Múgica, JEZ o Mariano de Corral. Todos ellos cobraron vida gracias al trabajo de millares de personas del sector ferroviario que supieron ofrecer a la ciudadanía vasca el mejor de los servicios, dentro de las circunstancias históricas de cada época. Gracias precisamente a este saber hacer adquirido a lo largo de los años, el ferrocarril vasco goza en la actualidad de una posición de liderazgo internacional, no solo en la construcción de material móvil, presente en los cinco continentes, sino también en otros muchos campos como la señalización, la ingeniería o la organización de la explotación.